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El diario de los mártires

Educación para la ciudadanía

Los ciudadanos educados van al infierno

 Y dijo Dios: “Creced y multiplicaos”. Seguramente que lo diría en inglés. Es de suponer que los Estados Unidos de América ya tenían –al principio de todo, cuando el gran momento- fuerzas de ocupación desplazadas en el sitio. Pero la cosa no sería fácil, lo de “multiplicaos”, quise decir. Pero fíjense, que a pesar de las dificultades y de los inconvenientes, sin que se sepa muy bien el porqué, al fin y al cabo una onza de chocolate dicen que genera el mismo placer que lo que ya saben, los hombres se multiplicaron, y posiblemente siguiendo una ley inversamente proporcional a su riqueza; es decir, a más pobreza más chiquillos, a más bienestar económico menos, quien sabe si no todo sería para el “ganarás el pan con el sudor de tu frente” estuviera como más repartido. Pero todo evoluciona, hasta la especie humana, aunque no se lo crean. También supongo que saben que eso de ser ciudadanos no siempre fue así, y que hubieron de pasar muchos días y muchos siglos para que estas libertades que ahora nos tomamos fueran como son que antes hubo muchos siervos, más súbditos y sobre todo muchos pecados, y tras los pecados las hogueras, que todo lo santificaban, lo mismo libros, que almas que...Claro que aquello tenía sus ventajas y por no haber no había ni la preocupación de todo mortal por la cabalgadura del euromibor que hoy nos acojona. Pues fíjense que a pesar de todo eso, con el rechazo manifiesto de la curia y de la aristocracia llegó un día –es verdad que tuvieron que rodar algunas cabezas- en el que los hombres y las mujeres se convirtieron en ciudadanos. Ciudadanos capaces lo mismo de comprar en un supermercado que de creer en cosas que ni siquiera se ven, personas humanas con derechos y deberes civiles y políticos.Fue tiempo después, cuando el Índice de los Libros Prohibidos se había quedado desactualizado para dolor de barriga de algunos, que todo hay que decirlo, cuando un niño con pinta de hereje, se acercó a su papá y le preguntó: -¿Papá, Súper héroes  existen?-No hijo, eso es inventado, como un cuento, ya sabes...-¿Y dios, papá?-No sé, hijo, eso es difícil, pregúntaselo a mamá, seguro que ella...            El buen padre se quedó pensando en qué cosas aprenderían en las escuelas de hoy para que su niño, ese santo, tuviese la osadía de preguntar cosas así. Y menos mal que al niño le dio por buscar a mamá; esa santa de la conciliación de las vidas laboral y familiar estaba, como mandan los cánones, leyendo en el Marca la crónica del último encuentro de Rafa Nadal. El tenis está haciendo mucho en la lucha en favor de la paridad en la lectura de diarios deportivos.-¿Mamá... mamá, pero por qué no me echas cuenta? ¿Mamá, Dios está también en los supermercados?-¿Perdón...? –Inquirió desconcertada y ensimismada en los raquetazos.-Que si Dios está también en el supermercado.-Sí, mi vida, Dios está en todas partes, o no te lo dijeron en clase de Religión. –Dudó la madre sin apartar la vista del muslamen de Nadal.-Mamá, ¿Y cuando llegue al infierno podré seguir viendo “Gran Hermano”?-¿Y quién te dijo que irás al infierno?  -Preguntó con inquietud la sabia conciliadora-.-Me lo dijeron. Qué más da. ¿Y en el infierno todas las personas son homosexuales?            La mamá aturdida no cogía muy bien la onda y no sabía por donde se movían las neuronas de su niño. ¿Será eso lo que llaman la “imposición de una ideología de género?”, iba pensando la pobre mujer mientras intentaba alguna salida sin demasiado éxito. -¿Y Dineneyland, mamá, está en la gloria o en el infierno?  ¿Y supermercados, hay supermercados en el infierno? Mamá, yo no quiero ir al infierno, que no, que no me apetece, que me voy a aburrir, que tú el calor me sienta muy mal, que no lo soporto. ¿Y habrá aire acondicionado? ¿Y si me quemo? No lo veo claro mamá, deberías objetar.            Sin entenderlo del todo la mamá siguió el fluir del discurso de su niño esperando acaso la luz del final. Todo túnel la tiene. Hasta las negociaciones Iglesia-Estado: un poco de presupuesto aquí, otro poco allá y todos al limbo.-Mamá ¿y los moros y los negros van también al infierno? Mamá, el infierno será muy grande ¿verdad? Y entonces el niño empezó a llorar suplicando no ser un desgraciado, un alma en pena de esas que un día se retratan sin querer para que Íker Jiménez la saque en “Cuarto Milenio”. La foto, no confundan.Y lloró, y lo hizo tanto, que las lágrimas lo anegaron todo hasta cubrir el libro de “Educación para la ciudadanía”. Y fue entonces cuando mamá lo entendió todo, y se hizo la luz. Y recordó que monseñor Cañizares, ya había dicho que colaborar con esta asignatura era ponerse del lado de las “fuerzas del mal”. Y pensó quemarlo, que fue uno de los métodos que usaron los del bien tiempo atrás y siempre que pudieron, y sustituirlo por un buen tomo de uno de esos best seller que vende César Vidal. Y sintió el placer del pensamiento correcto. Y se puso manos a la obra cuando supo que “sólo los objetores no irán al infierno”. Y se prometió que haría objeción de conciencia, que nada bueno se puede aprender en una asignatura que se llama de esa forma, que qué se han creído estos, que les da una la mano y te quieren coger el brazo entero, que empiezan así y se cargan la familia, que no son de fiar, que les deja una los niños esperando que los hagan hombres de provecho y te los hacen un trapo, que mejor siervos y siervas de Dios que ciudadanos. Y ciudadanos educados menos. ¿Pero quiénes se creyeron estos que les dio el permiso para proclamarse educadores de nadie? ¿Quién los eligió?Y de pronto en su mente de santa madre veía hileras de niños apagados y tétricos por los pasillos del colegio. Y las calles se llenaban de ellos, y los pasillos parecían ríos de tristeza y desesperación. Y llenos los pasillos los veía deambular arriba y abajo, sin norte alguno, desorientados, con los ojos cansinos y la mirada perdida en el horizonte, tristes, sin alma, con una cruz grabada a fuego sobre su frente de educados en Ciudadanía; la misma cruz que presidía la puerta de acceso a aquella clase en la que los educaban para el infierno. Debe ser que la historia siempre se repite. Malditos y sin gloria, adoctrinados por las fuerzas del mal, manipulados, tanto que desde muy chicos empezaban a notar el calor del fuego que los consumiría en los pies y las piernas, mientras se les iban enrojeciendo por los efectos del calor. Y eras niños sin don, pecadores, víctimas de sus padres, con la piel acartonada del hambre, sin moral, al servicio del diablo. ¡Dios se apiade!  http://diariodelosmartires.blogia.com