Blogia
El diario de los mártires

maestros y profesores

Mi vecina ha aprobado las oposiciones

Mi vecina ha aprobado las oposiciones de magisterio, del latín magisterium,  maestro, jefatura. Con estas reminiscencias etimológicas se hace más que obvio que eso del latín es una lengua muerta. Les decía que mi vecina las ha aprobado. Por méritos propios. Nada de enchufes. Creánselo. No pasa todos los días pero alguna vez hay alguien que las aprueba. No es ciencia ficción. Y apunten: no era ni interina. Una mirla blanca. Ahora, en el intento se ha tirado los últimos doce meses sin levantar los codos de una mesa que se compró en Ikea. “Tengo callos en el culo”, me dijo. Y les puedo asegurar que almorranas, aunque las sufre en silencio. Y no piensen mal; si lo sé es porque un día coincidimos comprando una caja de esas toallitas de Hemoal que anuncian en la tele. Y esas cosas unen, de veras. Eso sí, Hemoal aparte –consulte con su farmacéutico- está más feliz que unas pascuas, tanto que se ha bajado para su móvil el “Mardito Ernesto” que las “feas” han convertido en canción del verano. Pobre Georgy Danm, después de cagarse en todo y de tanta diarrea mental que vengan unas feas y le quiten el premio. Habrá que decir también que mi vecina es soltera, que la compra la ha hecho por solidaridad, por mimetismo, que dirían los modernos. Mi vecina, bendita hembra, se ha convertido así en una aspirante a mártir aún a sabiendas de cómo está la gloria, o el infierno, según y quién. Una santa. Virgen no, que eso, desde un novio que tuvo en la universidad todo apunta a que no pasaría la prueba del pañuelo ni la del algodón. Ni falta que le hace.

Un mes de celebraciones

En cualquier caso lo importante ahora es que ha aprobado y que está de un contenta que lleva un mes y pico de celebraciones, lo mejor, por lo menos para los demás, es que se pasa el día invitando a cuenta de los sueldos que vendrán. Por lo pronto se ha gastado los ahorros que tenía y para aguantar hasta septiembre, hasta que le paguen la primera nómina, se va a pedir un crédito rápido de esos que anuncian en la tele y que te sacan, además de los intereses los ojos. Ahora, está que no cabe porque le han regalado un despertador digital que le va a venir como anillo al dedo para no llegar tarde a clase.Claro que ella, ahora que va a tener un sueldo para toda la vida, como los de Nescafé pero sin tener que ponerse de cafeína hasta las orejas, cree que eso no es problema, que en un par de años encuentra a otro del gremio, la endogamia en la profesión es casi tan alta como entre las familias reales europeas,  y todo arreglado, pura felicidad, por lo menos hasta que algún juez los separe.Uno, que ya es viejo en el oficio, le ha advertido que antes de que la profecía se cumpla ha de pasar la fase de prácticas. Una vez llamó a uno de los teléfonos de Rappels y le dijeron que terminaría enseñando cosas al mundo. Y aunque ella al principio creyó que acabaría de novia de Paquirrín y que la retratarían para Interviú, después cayó en la cuenta de que la profecía tenía que ver con su vocación. Ahora ha de pasar un periodo de pruebas, y eso, una muchacha como ella, una santa, que los niños igual terminan diciendo que es tonta, que en este mundo se confunde todo, igual no lo pasa. La cosa no es fácil, cada vez está más difícil, hasta es aconsejable que se prepare psicológicamente para lo peor; y lo peor es una horda de niños dispuestos a comérsela como si fuera un paquete de gusanitos, y además habrá de superar el trago de una comisión que sentenciará si es apta o no. Y ser apta significa tener capacidad para sobrevivir en un medio inhóspito al que no es fácil acostumbrarse, y que eso no hay psicólogo ni psiquiatra que te prepare y menos que lo consiga. Y si no fíjense en las cifras de bajas por ansiedad y por depresión que no tienen parangón en otras profesiones. “El síndrome del profesor quemado puede acabar contigo antes de que rellenes una pizarra -le he dicho- ¡Qué es de veras! Créetelo, que la cosa está muy mala”. Pero ella ni caso, sigue con lo suyo, cegada por el éxito. Pero la pobre no se imagina lo que le espera. Tener que competir con Los Algo o con Doraimon, el gato cósmico y sus artilugios, ella, que de cacharros no entiende nada, que aprender a manejar el móvil le ha costado hasta clases particulares, y que en esta vida no ha hecho otra cosa que estudiar e irse de botellona de higo a breva. Por no saber no sabe –como se decía antes- ni freír un huevo ni desatascar el fregadero. “Para eso están los fontaneros –dice mientras sonríe-. Y además, siempre existe la posibilidad de que caiga algo, que esto de los hombres está muy malo, que es como si a todos los hubiesen contratado para las telenovelas y pare usted de contar”, ha asegurado y se ha quedado como una maestra a las dos de la tarde.

Para toda la vida

Mi vecina ha aprobado y eso es noticia en el bloque en el que vivimos. De un momento para otro se ha convertido hasta en un buen partido. Ella, que empieza a vislumbrar las posibilidades que se le abren ante sí, que va haciéndose cargo de nuevo mundo que le espera después de mis muchas advertencias, ha pensado que lo mejor para prepararse es apuntarse a una terapia de grupo en la que la prepararán para afrontar psicológicamente el día H. Y además se ha comprado un par de manuales de pedagogía y se ha suscrito al Teleprograma, porque “hay que saber de qué se alimentan las fieras,” y un ordenador portátil por si le toca en un centro T.I.C., que son esos en los que hay niños, videojuegos y maestros. Maestras también, como ella.“Una lotería”, “para toda la vida” son las frases que más ha escuchado en los últimos días, ni en la ONCE hacen esos regalos. Aunque eso ya nunca se sabe, ya ni las ligaduras de trompa lo son para siempre. Todo es reversible. ¿Quién sabe si un aspirante a gobernante de estos que llegan a La Moncloa, termina haciéndose eco de las consignas de un profesor Barea al uso y empieza por decir que se acabó, que el presupuesto no da para más, que España no puede, que los bancos y sus amigos están perdiendo beneficios, que… En fin, que ya  nada es para siempre y lo de funcionario tampoco. Ya veremos en qué queda.

Alimento para animales con recreo

Mamá tendió sobre el tendedero mecánico su wonderbrá lavado con Norit y enjuagado con mimo en agua tibia. Desde el piso número 4, letra D, se veía el patio del colegio. Unos albañiles cambiaban en uno de los laterales unas baldosas que llevaban por lo menos cinco años esperando el cambio.  “Prohibido el paso a toda persona ajena a la obra”. Lectura comprensiva. Los niños y las niñas lo habían leído sílaba a sílaba, con alguna dificultad, pero con poco o ningún éxito. “Saca la idea principal del texto”. Había propuesto el profesor. Sólo un niño escribió algo en su cuaderno: “Que no pases tío. ¿O es que no te enteras?”La sirena llenó el patio de niños enganchados al donuts, el bollicao, los emparedados de pan Bimbo y a las magdalenas Ortiz (Nada que ver con doña Letizia). Además de los niños hay media docena de maestros, entre los que está don Fulgencio, y un puñado de gorriones. Los gorriones tienen problemas de colesterol y las hormigas sabor al chocolate del loro, hacen su recolecta bañadas en cacao industrial y conservantes. Por el agujero del donut se ve la vida de otro color. El pan de molde se pega al cielo de la boca y a los comensales se le forman bolas imposibles de tragar. Los maestros escrutan el espacio vital en el que se mueven sin orden ni compás doscientas cuarenta bombas de relojería en movimiento que a medida que pasan los minutos se multiplican por dos. O por tres si no más. Eso sólo lo saben los maestros que hacen guardia de recreo. Una gozada. Va en el sueldo, exiguo pero sueldo. Los padres, salvo excepciones, saben que su hijo,  es un ángel. Un ángel que necesita otro de guardia, un centinela, una sombra.  ¿Se acuerdan de aquel niño que se ahogó cabeza abajo en una papelera? Los maestros todavía están vigilando y no se lo creen. Pero pasó. Siempre termina pasando algo.Mamá termina de tender sus bragas a conjunto con el sostén: “¡Esa es mi niña, no hay más que verla. No es lista ni nada. Como su madre. ¡A quién se va a parecer si no! ¡Qué gracia tiene!”

Las víctimas del sistema (educativo)

“Eso es discriminación”, espetó el alumno. El guardián del castillo, o de la mazmorra, había permitido la salida de clase a tres compañeros (hay que decir también compañeras) para que asistieran a la conferencia sobre el libro recomendado como lectura obligatoria, entre otras razones porque sólo ellos tres lo habían leído, los extraterrestres de la clase. “Eso es discriminación”, repitió agraviado y convencido. El profesor lo miró y no dijo nada. Al final del pasillo que formaban los pupitres se veía el macuto relleno con libros impecables e inútiles del discriminado. En los días que iban de curso nunca los sacó de su madriguera ni siquiera para mirarlos por equivocación. Si salió algo de aquella mochila con las caras serigrafiadas de sus héroes fue un reproductor de Mp3 de última generación y una gorra a juego para vacilar de su pasión por los Laker. En su casa tenían puestas las esperanzas en su voz, un día su mamá justificó sus faltas de asistencia por asistir al cásting de OT.

 

“Eso es discriminación”. “Seguramente lo será”, pensó el profesor cuando la Jefa de Estudios le presentó al papá del discriminado. “Encantado de conocerle, soy el tutor de su hijo”. El buen padre habló del derecho a la Educación, del derecho a no ser discriminado del angelito de su niño, de la democracia en la Educación, de... El profesor atento y servicial le recordó que de forma reiterada le había comunicado la actitud negativa de su hijo, y que le habían quedado todas, excepto Religión, y eso porque el profesor valoró en positivo que había cargado pasos durante la Semana Santa. ¿Tan niño?, preguntó el tutor. “Es tradición en la casa -confirmó Papá- como Banderas, como Trillo, como Pipi Estrada, un hombre”.


defectos de forma

La entrevista terminó como el rosario de la aurora. Sonó el timbre y el profesor se disculpó para incorporarse a clase. “No quedará así”, aseguró el interesado padre con rotundidad. Y se fue directo a la Inspección. Y en el Servicio de Inspección lo trataron con vocación de oficinistas democráticos y el buen padre salió contento y con un sello en la frente. Y fue feliz porque le dijeron a todo que sí y que sí y que sí. No hay terapia mejor para subir la autoestima que acudir a un servicio de atención al cliente o al usuario. ”Por supuesto, usted tiene la razón”. Y el señor inspector asumió los valores democráticos del padre y hasta los comprendió. Y llamó al orden al director. Y el director hizo lo propio con el profesor. Y el inspector bajó a la arena y comprobó que el tirano, el profesor, había reiterado sus quejas en la agenda escolar del alumno, y que el niño tenía un historial de amonestaciones y monsergas; pero supo también que el padre no las había firmado. Y se sintió dichoso y útil a la sociedad. Había un error de forma en la notificación: El papá democrático nunca se había dado por enterado de nada. ¡Qué falta de responsabilidad del tutor!.

El buen muchacho había suspendido diez de once asignaturas, pendientes aparte. Pero en su casa, siguiendo las instrucciones del Super Tutor, un reality show de la televisión, para que la postura de sus padres no se entendiese como un chantaje ni se resquebrajara su moral, le regalaron una Yamaha Premiun con la que berreaba a casco quitado por los alrededores del instituto. La compra de la moto tuvo su efecto positivo. El manual del GPS del artefacto incluía algunas páginas en inglés y eso le mantuvo por lo menos tres días motivado en las clases de idioma. Aprendió el significado de “On”. Pero lo bueno no dura toda la vida.

Cuenta una leyenda que se refiere con expectación en las Salas de Profesores, que antes del Proyecto Gran Simio hubo otro, el proyecto pequeño simio, que consistió en matricular un chimpancé en un instituto de enseñanza secundaria, y que evaluación tras evaluación, una repetición tras otra, más la correspondiente adaptación curricular, aquel estudiante tan mono, se graduó en Secundaria, y que si no se matriculó en bachillerato fue porque papá prefirió emplearlo en un búrguer. No crean que fue fácil que se titulara, fueron necesarias múltiples sesiones de evaluación y varias intervenciones del departamento de Orientación, además de algunas oraciones del cura, que impartía clase de Religión, por la salvación de su alma. “Si Keith Richard, guitarrista de los Rolling Stones, hace el mono en las islas Fiji en Nueva Zelanda subiéndose a los cocoteros, aunque se caiga, quiénes somos nosotros para negarle la graduación a nuestros alumnos. ¿Quién no ha visto el documental en el que un chimpancé usa una herramienta para desayunarse unas hormigas?”, recordó el profesor de Tecnología.


Biblioteca escolar

Las sesiones de evaluación se hacían en la Biblioteca escolar después de las clases. En aquella biblioteca por no haber no había ni polvo. Y las pocas novedades de sus estanterías se debían a que el Secretario del centro cambiaba de periódico según la colección que regalaba. Ahora hablaban de muchos millones para remozarlas. Si algo le gusta a un político es hablar de millones y de reformas. Entre los usuarios de la biblioteca estaban también los alumnos castigados sin recreo o que incordiaban más de la cuenta en clase. Según conocí de voz de uno de los maltratados con tal costumbre, los profesores ni se imaginan el terror psicológico que es sentarse rodeado de libros que además de pastas tenían letras, una pesadilla. Habrá cosa más triste que un libro, por no tener no tiene ni botones como la consola. “Los libros que mamá tiene en el mueblebar del salón sólo tienen pastas y están huecos, pero son más bonitos que estos”. El descubrimiento de que los libros tenían cosas en su interior había causado en el alumno tal frustración que estuvo una semana averiguando cuales eran los verdaderos, los que adornaban el salón de su casa o aquellos. Hasta pidió cita con la Orientadora y le relató la variante de maltrato que estaba sufriendo. Por un momento la orientadora creyó que algún profesor lo ponía en un rincón en cruz con un par de gruesos tomos sobre sus angelicales manos. Pero no, la cosa era todavía más grave.