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El diario de los mártires

Alimento para animales con recreo

Mamá tendió sobre el tendedero mecánico su wonderbrá lavado con Norit y enjuagado con mimo en agua tibia. Desde el piso número 4, letra D, se veía el patio del colegio. Unos albañiles cambiaban en uno de los laterales unas baldosas que llevaban por lo menos cinco años esperando el cambio.  “Prohibido el paso a toda persona ajena a la obra”. Lectura comprensiva. Los niños y las niñas lo habían leído sílaba a sílaba, con alguna dificultad, pero con poco o ningún éxito. “Saca la idea principal del texto”. Había propuesto el profesor. Sólo un niño escribió algo en su cuaderno: “Que no pases tío. ¿O es que no te enteras?”La sirena llenó el patio de niños enganchados al donuts, el bollicao, los emparedados de pan Bimbo y a las magdalenas Ortiz (Nada que ver con doña Letizia). Además de los niños hay media docena de maestros, entre los que está don Fulgencio, y un puñado de gorriones. Los gorriones tienen problemas de colesterol y las hormigas sabor al chocolate del loro, hacen su recolecta bañadas en cacao industrial y conservantes. Por el agujero del donut se ve la vida de otro color. El pan de molde se pega al cielo de la boca y a los comensales se le forman bolas imposibles de tragar. Los maestros escrutan el espacio vital en el que se mueven sin orden ni compás doscientas cuarenta bombas de relojería en movimiento que a medida que pasan los minutos se multiplican por dos. O por tres si no más. Eso sólo lo saben los maestros que hacen guardia de recreo. Una gozada. Va en el sueldo, exiguo pero sueldo. Los padres, salvo excepciones, saben que su hijo,  es un ángel. Un ángel que necesita otro de guardia, un centinela, una sombra.  ¿Se acuerdan de aquel niño que se ahogó cabeza abajo en una papelera? Los maestros todavía están vigilando y no se lo creen. Pero pasó. Siempre termina pasando algo.Mamá termina de tender sus bragas a conjunto con el sostén: “¡Esa es mi niña, no hay más que verla. No es lista ni nada. Como su madre. ¡A quién se va a parecer si no! ¡Qué gracia tiene!”

1 comentario

Maestra de primarias -

Vivo de enseñar y para enseñar, pero cada día me cuesta más tener ilusiones