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El diario de los mártires

Micción angelical de efectos especiales

A veces, hay profesores que no están por la labor y que recelan de autos sacramentales y chorradas tradicionales varias. ¿Pero no estábamos firmando un manifiesto por la enseñanza pública laica hace un momento? -Por favor, no compares, que una cosa es eso y otra... Tampoco conviene insistir en celebraciones navideñas diferentes, con contenidos humanitarios y solidarios, que ayuden a “integrar transversalmente el currículo”. En tiempos no muy lejanos a mi buena amiga Carmen M. Matute casi se la comen por defender que eran posibles celebraciones diferentes. “¡Pero qué se ha creído ésta! Si es que ya no se respetan ni las tradiciones. ¿Adónde vamos a llegar? ¡Mala idea, mira que no queré que nazca el niño-dios!”, terminará apuntillando alguna al borde de un ataque de nervios y de la depresión.

Pero todo llega y el día del estreno también. No por nada, y fundamentalmente porque las vacaciones y el descanso de los guerreros están a la vuelta del polvorón y del niño de San Ildefonso –perdón, o de la niña- que se desgañita repartiendo números, salud y un poquito de felicidad; para que los chicos de la tele vuelvan a decir lo de siempre: Que si cayó en Sort, que si no tocó, que si... En fin, que los maestros, tienen un ojo en el belén y otro en los del bombo, por si llega el momento de mandar a paseo a más de tres. Por lo pronto el angelito que anuncia “Paz a los hombres de buena voluntad” ya está en lo más alto de la escena con sus alitas y su traje de raso blanco. ¡Si lo llegara a ver Lucía Bosé! San José y la Virgen, que acaba de dar a luz un “action man”, toman su sitio en la cueva de cartón piedra. Si no fuera porque la Virgen no deja de hurgarse en la nariz sería una postal lindísima. Una pena, al Patriarca las barbas postizas le han provocado un sarpullido menudito que ya veremos en que queda. Canta el coro de pastores. El angelito se tambalea en las alturas. Mueve las piernas como si fuera una araña que baja del techo. Sigue el movimiento de piernas. “¡Mamá, mama...!” Se rasca la entrepierna con insistencia hasta que llega lo inevitable. “¡Que no puedo más....!” No le da tiempo de terminar cuando una lluvia de orina riega las cabezas de los santos. Los pastores se sacuden la agüita amarilla y los padres alucinan en colores con un efecto de lluvia en directo. ¡Bravo, bravo! Deberían dar un premio a la maestra que absorta, anonadada por los efectos de la urea, no deja de preguntase con perdón: ¿Por qué no viviría Herodes cuando nació esta criaturita? La seño, que ya tiene claro que celebrará su onomástica el día de los santos Inocentes, mete la cabeza donde puede. Cierra el telón. De aquí al cielo.

Un Belén viviente, una odisea en un poco de espacio

No hay mente humana que sea capaz de pensar qué es montar un belén con cien extras vestidos de pastores, una docena de angelitos, tres reyes –y menos mal que no hay ninguna princesa preñada de una niña- y un Papá Noel reivindicando la República, a dos pasos del niño que hace sus necesidades al respaldo de unos pencales. Ni se lo suponen, aunque lo peor de todo son los  doscientos padres de los pastores y de los otros personajes mitológicos, los cuatrocientos y pico abuelos, el puñado de padrinos, además de unos cuantos tíos políticos, protestando porque a su ahijado en tan valiente puesta en escena, apenas se le ve una ceja y la punta del cayado con el que, si esto del rebaño fuese verdad, apacentaría a las humildes borregas. Como no lo es aprovechará para largarle un bastonazo a su amigo Christian Salvador en el momento que se ponga a tiro. –Seño, Gaspar me ha dado un palo. Triste sino el de la señorita que en  ese mismo momento está apañándole la túnica a San José, que tiene una irrefrenable necesidad de hacer pipí. Los pastores han ido llegando y ocupando metódicamente el lugar asignado mientras los padres delegados –esto es un ensayo, una sesión privada sólo para privilegiados, ya llegará el día del gran estreno- se hacen hueco en el improvisado patio de butacas como espectadores excepcionales de la ocasión. ¡Qué bien que queda mi niña de aguadora! ¡No hay un pastorcito más guapo!

Montar el numerito y el belén

Llega la Navidad. ¿Quién será el que inventó la venta de matecados y polvorones para sacar cuartos para el viaje fin de curso? –Maestro, ¿Y no me va a comprar una? Los hay que se dejan el sueldo por no defraudar a los reyes de la clase y amontonan las cajas en la despensa con unos dulces que, dios mediante, irá colocando entre amigos y visitas sin problemas de estómago. Los alumnos con la caja de polvorones en bandolera son el anuncio de que el pobre niño Jesús volverá a nacer un año más. Aunque ya dicen que tampoco nació por estas fechas, que si los pastores, que si la estrella... Si es que al final los únicos que no son mentira son los Reyes Magos.-¿Ya dónde pensáis ir?, preguntó don Nicasio.-A Miami; y nos vamos a quedar en un hotel que está enfrente de la casa de Bisbal. -Afirmó contundente Rosarito Flores, nada que ver con La Faraona, enseñando al mundo su ortodoncia de última generación. Si la cosa no va mal, para fin de curso igual se proclama Miss Sonrisa, que es un título muy apreciado entre el personal. Su mamá, para ir atando clavos, se acaba de presentar al Consejo Escolar como representante de los abnegados padres y las sacrificadas madres que somos todos. Es una buena candidata: No habla mucho y como quiso ser maestra cuando chica, comprende y hasta apoya o se solidarizaba con los profesores o los mártires, que son casi lo mismo.Belén vivienteEn el pasillo se estaba montando la barahúnda. Los de los primeros cursos estaban preparando uno de sus ensayos del belén viviente que año tras año mata de gozo a maestros, familiares y autoridades invitadas. Es digno de ver y si usted no es capaz después de verlo de valorar adecuadamente la labor de maestros, maestrillos y demás personal al servicio de la institución, es que no tiene perdón de dios ni corazón. Póngase en el lugar de los pobres y haga números. Hay que decir también de las pobres porque lo mandan las autoridades político educativas.

La clase de 1º X

Modelo no es lo mismo que modélica. Modelo no es cualquiera; ahora está de moda superar una ecuación sobre la masa corporal, en la que la incógnita es una persona enferma, para saber quienes pueden serlo. Será para evitar que los huesos desvíen la atención del personal.

La clase de 1º X no era una cosa excepcional, una de tantas, muy normal, casi modelo, que no modélica. Son niños en algo más de un cincuenta por ciento y niñas unas cuantas menos. A estas edades todavía no hay cambios de sexo pero todo se andará, es cuestión de meter una disposición adicional donde haga falta. Tampoco nadie ha manifestado que quiera cambiar de acera. Y además esas cosas pertenecen a la intimidad y no se pueden preguntar en las fichas personales y encuestas de reconocimiento inicial. La religión tampoco. El número de la VISA sólo en algunos sitios: en los privados siempre; en los concertados con reservas. En los públicos la cosa es gratis total, aunque no tanto como aquellos viajes de la ministra. ¿Gratis? Es un decir. En los públicos y los concertados pagamos todos, hasta los que no vamos. Es decir, todos los que no podemos defraudar.

Desorden de lista

Los alumnos se han sentado por orden de lista tal y como ha dicho el Jefe de Estudios en la presentación del curso en el salón de actos. Todos salvo los más listos, usted ya me entiende. Estos listos se han sentado al final para poder dominar el universo de la clase. Es un modo de ir marcando el espacio, como los perros de mis vecinos con los árboles y las farolas. Unos sacan sus animalitos a hacer sus guarrerías a la calle y otros llevan al colegio a sus hijos más perros soñando que un pobre profesor los entretenga y se joda. “Va en el sueldo”. Y así será.

Los padres de M.M.M. creen que la enseñanza sirve para algo y han acompañado a su niño hasta la puerta del aula, o de la “jaula”, como algún espabilado ha rectificado sobre en el rótulo. Los padres de M.M.M. se han presentado al profesor. Parecían los fantasmas de los padres perfectos. “Confiamos en usted”, han dicho con voz alta y clara. El profesor los ha mirado como si fuesen extraterrestres. “¿De dónde habrán salido?”, se pregunta admirado. M. es un niño callado que habla a sus profesores de usted y que a las primeras palabras ya ha sacado sus libretas y sus libros y los dispone sobre la mesa, con un orden de niño que espera ser feliz y aprender en el intento. M. lee con una cadencia hermosa haciendo las pausas donde debe y respirando con precisión. M. tiene una mochila con la marca Repsol YPF reluciente en la solapa. Sus compañeros, los listos, ya han dicho de él que debe ser marica porque sabe hasta leer. Y después están la voz y el orden. Ninguno de sus compis de aventura escolar sabe siquiera dónde está Bolivia, dónde las calles que hasta casi ayer eran su casa y su hogar.

El profesor observa que el pasillo se ha llenado de mochilas que hacen casi imposible el paso. El día empieza con dos retrasos. Pedrito Raúl, el Bechkan , que se ha lesionado y que lleva un yeso en su pierna izquierda, su arma más potente en los campos de juego. Pedrito se labra su futuro en los campos de entrenamiento del equipo local. Su padre busca representante para incorporarlo al mundo real. Ya lo tiene casi apalabrado. Ya sueña con la ficha multimillonaria. “¿Y esto de la escuela para qué es? ¿Ha visto alguna vez a un maestro hacerse rico?”, recordó con razón en una reunión de padres. Pedrito ha tenido que subir los dos pisos a la pata coja valiéndose de la muleta y jugándose la vida en cada escalón. En el centro no hay ascensor. Y menos mal que viene con muletas que si llega a venir en silla de ruedas... En este centro y en muchos la eliminación de barreras es pura teoría. En casos así el Jefe de Estudios termina apañando un cambio de clase y se acabó.

Retrasos y mochilas

El otro retraso es de Maripili, que es la niña con la mayor mochila de la clase. ¿Qué llevará en ese bulto que está a punto de romper su columna vertebral? Maripili anda con decisión, con el cuerpo ligeramente encorvado, lo justo para que la mochila no la tire de espaldas. Todos la miran y se muestran comprensivos. Se sienta, no sin hacer más de una maniobra para hacerse un hueco entre la mochila y la pared, y saca un estuche con lápices de todos los colores y formas. Al rato de bucear en los fondos marinos de la mochila levanta la mano y advierte que ha olvidado el libro de Lengua. “No se preocupe, hoy no le hará falta”, le replica el profesor, que hace una pausa en su repaso de los puentes que vienen. “Gracias a dios”, se dice para sí Maripili que respira aliviada. Lo siguiente hubiera sido alertar a mamá vía móvil para que se lo trajese de casa. Mamá diariamente le acerca también dónuts recién hechos a la hora del recreo. Mamá es un sol.

En 1º X está un primo de uno de los niños payasos de Juan Ymedio. Juan, polifacético presentador de televisión, hace un programa en Canal Sur Andalucía, en el que los niños demuestran lo graciosos y espontáneos que pueden ser cuando todo está preparado. El primo lo anunció al mundo en cuanto puso el trasero sobre el suelo firme de su pupitre:”¡Qué gracia tiene mi primo! Mi primo toca el tambor y yo soy su representante en esta tierra”. Ha prometido que traerá fotografías del susodicho dedicadas para sus fans, seguidoras y resto del personal.

Desirée, que ha asegurado que su nombre se escribe así porque se lo ha dicho su mamá (y si la madre lo dice...), le ha preguntado por cuánto cobra su primo en televisión. “Eso es confidencial”, asevera con rintintín. “Ni tú eres su primo ni ná”, le ha replicado. Desi de mayor quiere ser esteticista.

El profesor ha empezado a hablar con garbo de caballero de la legión española: “Hoy empieza un día importantísimo en vuestras vidas, un día que no olvidaréis nunca...”

-Maestro, aquel niño me ha tirado algo. –Refunfuña una de las niñas con una bolita de papel pegada en el cristal de sus gafas.. La clase acaba de empezar.

En fin, ya sabe, si conoce o ha vivido alguna experiencia singular en el mundo de la enseñanza, y quiere verlas reflejadas en esta columna, se agradecerán en manbernal@eresmas.com


Vuelta al dulce hogar

Una de las acepciones de hogar tiene que ver con el fuego y ya saben que un sistema sin profesores quemados es como un verano sin sus montes ardiendo. Y eso es raro. Hoy por ti mañana por mí, si el bosque no arde se acaba el negocio, el primero el de las administraciones y su conexión europea. En septiembre los niños y las niñas de la educación no sexista ya vienen quemados con modelito vuelta y vuelta. Los profesores han retomado fuerzas después de unas ¿merecidas? (hay opiniones para todo) vacaciones; y los padres, después de tener presente a la imagen de su niño durante veinticuatro horas al día, reconocen en los pobres maestros a sus héroes de las películas de serie B y bajo coste. Pero todo tiene sus ventajas, tanto sufrimiento paternal veraniego hace que los mártires por vía hereditaria, protesten menos y no se enfrasquen en la defensa de las bondades, las aptitudes y las capacidades de sus restos de ADN. La mayoría llega a la puerta del colegio con la sencilla y noble esperanza de que sus vástagos sean recogidos a ritmo de libros en oferta y porculocoles. Con cosas más simples se conforma la gente. Siete suspensos“Vendo libros en buen estado, casi sin usar, garantizado”. Una princesa vestida de rosa palo llora desconsolada a los pies del cartel esperando la bondad de alguno de los santos que le permitieron vivir durante un año en la gloria. Las notas no, lo de las notas es un infierno, un purgatorio incluso para ella que siempre estuvo en el limbo. A la princesa le han quedado siete con una nota media de dos. En fin, que en situaciones normales se diría que ha estado casi a punto de aprobar. Pero no hubo suerte, si esto fuera como el carnet por puntos... No es el caso. Una injusticia terrible. Un sistema diabólico. Los profesores y las profesoras que carecen de sensibilidad. Einstein también fue un inadaptado, por contra Hitler lo aprobaba todo siempre de un tirón. Y ya saben lo que pasó. Beckham y señora no son capaces de leer un libro entero ni entre los dos y sin embargo le publican superventas. Bush apenas sacó un curso sin novedad y ya ven, de jefe mundial. Esas son las esperanzas. No todo el mundo puede ser perfecto. Si todos estuviesen cortados con la misma tijera, con idéntico patrón, si nadie suspendiese, si los cerebritos y los niños bien educados fueran la normalidad, de qué iban a vivir los psicólogos y los pedagogos. ¿Y las academias? ¿Cuánto empleo directo e indirecto se perdería? Aunque sea en gran parte economía sumergida España, Cataluña tampoco, no puede permitírselo. Bastante tiene ya el ministro Caldera con la flota de Cayucos para que se le desborden las cifras del paro. Si todos fuéramos perfectos entonces sí que habría fracasado el sistema. ¿Qué sería de la biodiversidad? ¿En qué se sostendría la teoría de la selección de la especie? Perdón, que eso es pecado y desvaríos de agnósticos y ateos.  Y además, si la princesita de nuestro cuento llora es porque sus padres en un arrebato final de ofuscación la han amenazado con internarla de lunes a viernes en un colegio en el que no se ven ni siquiera las telenovelas de La Primera. ¿No será eso intimidación? ¿O será coacción psicológica?  Recuperar en septiembreY es que recuperar en septiembre no es tarea fácil. Los rayos solares, el protector con olor a coco, los buenos baños de arena en la playa, coger la pose perfecta en la hamaca son necesarios pero no suficiente para el despertar, y en algunos casos para la resurrección, de las neuronas. No ha bastado con llevar a diario los apuntes a la playa. Si con eso sobrase la princesita habría aprobado. Ella fue la primera en la tumbona y en las sesiones de pilates de lazarilla con mamá y sus amigas. Pero las buenas obras no cuentan. Las oraciones, los rezos y las encomiendas a San Judas Tadeo, abogado de los imposibles tampoco. En el examen de Filosofía su pupitre parecía el altarito de Jesulín antes de una corrida con picadores. Las corridas con picadoras son historia por la gracia y el amor a la Campa, esa musa que dio su prestigio por una paguita para mamá. Por eso seguro que ha suspendido, estos filósofos modernos son todos unos incrédulos. No creen ni en los milagros, dudan hasta de Eduardo Punset como director del colegio que van a montar en La Primera de TVE. ¿Privado? ¿Público?Eduardo será un buen director. Da para poner más de un mote y eso la Comisión que los nombra lo valora sobrado. Un buen mote se valora más que nada. Y quien da para varios es el amo del cortijo. Lo de don Eduardo promete. Malos tratos-Que no papá, que no es lo que piensas, que yo... El pupilo, que ni siquiera promociona por imperativo legal, cubre el paseíllo que va de la clase en la que ha recogido las notas a la puerta del instituto a base de cocotazos. Uno tras otro. De aquí a la Fiscalía de Menores. Si esto no son malos tratos que venga la ministra y los vea. Malos tratos del padre, debe entenderse. Un verano salpimentado con clases particulares para después dejarlo en evidencia ante la profesora.Un cero equivale a No Presentado, le dijo la señorita Charo. Pero si mi niño salió de casa, respondió contundente el padre. Y llegó hasta aquí gracias al GPS de última generación de su móvil, siguió diciendo la abnegada docente. Se sentó en ese banco escuchando su mp3 y cazando bichos. Le juro que si esta hubiera sido la convocatoria extraordinaria de Ciencias Naturales igual hubiera aprobado; pero ya ve, era de matemáticas... Pero no me aseguraste... –inquirió el padre. Sí papá, pero es que... La vida de estudiante es muy dura. El síndrome papá, ha sido el síndrome postvacacional. ¿O no ves que se me nota hasta en las chanclas y en el pantalón pirata? La falta de costumbre, que no estaba inspirado, que yo sin concentración no puedo...  Entiéndelo, lo he hecho por ti, por ayudar en la economía de la casa, así los libros del año pasado me sirven. Nada de colas, nada de quebraderos de cabeza, nada de apretarse el cinturón.  Solidaridad familiar que se llama. Y además, ahora que el baloncesto será casi asignatura obligatoria seguro que cambia mi sino. Ya hasta tengo un autógrafo del hermano de Gasol. Todo es empezar.

La envidia nacional

A la mayoría nos gustaría tener el trabajo del cura y las vacaciones del maestro. A todos menos al bueno de Germán que seguramente, con su inteligencia innata y a prueba de LOGSE, LOE, LEA, LUA y lo que sea, preferiría ser diputado, o senador, o parlamentario autonómico, entre otras razones porque sus señorías, aunque pasan desapercibidos y no se da cuenta nadie ni cuando están ni cuando no (y no sé si eso es grave), son un poco la encarnación de todos ellos. Y siendo como son sus señorías los que se lo guisan y se lo comen, que pensaron al legislar sobre el tema que ellos también tenían derecho a la envidia y a la felicidad sin ser ni curas ni maestros. Por eso se procuraron trabajar como los unos y tomarse las vacaciones de los otros, que para eso piensan por todos y tal ejercicio digno y democrático cansa mucho, incluso cuando se realiza con aire acondicionado, que eso es un riesgo, que la legionela siempre está al acecho y en un momento dado salta la alarma en la torre de refrigeración. Un riesgo que no soportan los maestros, que se han acostumbrado a mantener las neuronas en funcionamiento por encima de los cuarenta –grados-. Y fue así como los legisladores cuadraron el círculo del paraíso: cobrar más que los dos juntos, vivir ajenos al IPC y tener las vacaciones del maestro. Un modo de cuadrar el círculo que ya hubiera querido para sí Leonardo da Vinci.

Cuando al maestro o el profesor le llega al momento exacto en que despierta la envidia nacional ya ha superado el trauma que lo acompañó durante el curso y comprobado con desazón lo que ya Fernando Savater dibujó en el prólogo del “Panfleto antipedagógico” de Ricardo Moreno Castillo: “Cada vez que un grupo de mocosos bárbaros apalean a un indigente mientras lo filman con el móvil o acosan a un compañero hasta el suicidio, resulta que sus padres no sabían nada de la conducta de sus hijos, ni adónde iban o en qué gastaban su dinero, ni qué compañías frecuentaban..., ¡lo único de lo que estaban seguros es de que eran unos chicos o chicas de lo más majos! Con quererles mucho y defenderles frente a maestros y jueces, ya creen haber cumplido su tarea los progenitores A y B.”

Y ya sabemos quién tiene la culpa: El protagonista de la envidia nacional que los evalúa, a ser posible en positivo que es lo políticamente correcto, para que las estadísticas den cuenta de nuestra hermosa realidad. Y es que nunca se gastó tanto en educación y nunca fueron los resultados tan decepcionantes. Quizá porque los padres tienen su miga. En una entrega de notas la abnegada madre de un alumno con diez suspensos increpó dulcemente al tutor que “a su niño no lo habían motivado”. “Los huevos”, podría haber dicho el profesor al que se le quedó cara de tres días. El niñito llevaba “sin motivación” también los cursos anteriores: las tenía pendientes todas. Mamá sí que lo motivaba.

Con la evaluación el profesor también suspende o aprueba. Cuando un maestro no aprueba a nadie parece evidente que algo falló, aunque fuese la “adaptación” de los contenidos por debajo de cero. Servidor conoce a un profesor de Ciencias Naturales que si aprueba a un alumno es porque se equivocó sumando la valoración de sus preguntas. ¿Suspende el alumno o el profesor? Los mismos alumnos con otro habrían mejorado en las estadísticas, pero eso tampoco soluciona nada.

En nuestros empedernidos docentes lo que no termina de cuajar nunca es la evaluación continua que nos legó Villar Palasí, ministro de Franco. Casi cuarenta años después, y como en casa del herrero cuchillo de palo, este concepto debe tener unas implicaciones filosóficas tan grandes, precisa de cálculos tan rotundos como complejos, y responde a una estructura gramatical tan complicada, que no hay dios que sepa en qué consiste. En eso los evaluadores “Necesitan Mejorar”. La mayoría cree que lo de evaluar continuamente puede estar bien para Música pero nunca para Matemáticas; para Inglés pero nunca será posible en Lengua, seguramente porque el inglés no es una lengua sino un idioma. Aunque en Francés uno ha escuchado que un alumno suspende por aprobar la 3ª pero tener pendiente la 1ª y la 2ª. Esto desde que Francia puso en evidencia a los niños de Luis Aragonés lo entiende todo el mundo.

En este mar de lágrimas la tabla de salvación son las vacaciones que están detrás de la montaña de papeles que le espera cuando el curso se va acabando. A más suspensos más papeles. ¿La administración premia a quien pasa la mano? Convertido el suspenso en tarea burocrática el alumno con más cates puede presentarse en su casa con un carro lleno de papeles que seguramente no leerá casi nadie pero en los que se le recordarán los objetivos, los contenidos, la metodología y la evaluación de lo que nunca entendió. Un profesor entregó como recomendación del verano el examen que pondría. Sólo lo aprobó uno. Sin comentarios.

A lo mejor julio y agosto son el premio por seguir creyendo en el dogma de que la educación nos hará libres pero no millonarios. Aunque también los hay que piensan que es mejor que nos deje como estamos, entre otras razones porque saben que si no ganan los euros que Beckham ni se llaman María José Campanario tampoco eso sirve de mucho.

Lo cierto es que vacaciones aparte en el gremio abundan las víctimas del síndrome del profesor quemado que darían su vida por trabajar de albañiles. El albañil tiene claro su estatus y se sabe sus derechos. Y nadie es más feliz que un albañil en su tajo recitando piropos a las mozas y mozos del lugar que hacen el paseíllo por su territorio. El albañil marca su zona con andamios y sacos de cemento y es el ser más feliz del mundo. “A ti sí que te ponía yo un ladrillo entre pierna y pierna”. “Contigo hasta me sobra el butanero”. El albañil es la creatividad en estado puro y sus piropos son aplicaciones prácticas de la metáfora, la elipsis... Y si se equivoca nunca es por su culpa, lo dijo la señora o el señor. Tampoco tiene problemas de conciencia ni de evaluación ni vive con los del informe PISA acechándole. Su problema son las vacaciones. Lo dicho: el que vale vale y el que no a estudiar.

Las cruces, el opio y lo que de verdad importa

El fin de curso ha estado marcado por las cruces. Y no hablamos de las que han de poner los profesores en los informes personales de sus alumnos. Los profesores del siglo XXI se esconden detrás de las montañas de papel con las que la Administración hace aparentar que funciona. Y vivir entre papeles no es fácil. Pero hacer un buen papel de mártir tiene hasta su recompensa: Te dan por saco, por no ser más ordinario, y gozas de una forma sublime de felicidad, la propia de los místicos, de los soñadores, de los creyentes.

 

Pero claro que a veces en educación, que siempre es un cruce de caminos, lo importante son otras encrucijadas, otras cruces. Y es que vivir no siempre es tan fácil como cuentan los anuncios de tampones.

Imagínese usted en su casita, esa que tiene a disposición del euromibor y póngase en situación. La católicos, que somos la inmensa mayoría en este bendito país, tenemos problemas que no los tiene nadie. Hasta los príncipes presentan a su niña Leonor a las vírgenes de toda la vida. Y es que en un país como el nuestro es muy difícil diferenciar dónde empieza lo civil y dónde el más allá. Y además, siempre hay una suegra que te regala un crucifijo para que lo pongas en la cabecera de la cama. Esos crucifijos que deben velar por nuestros pecados son como espías a sueldo o como cámaras de seguridad. Con este panorama: ¿Se pone o no un crucifijo sobre la cabecera de su cama para que el Señor, el muchacho de la cruz, tome nota de todo lo que pasa sobre su catre nupcial? Cuidado que después se sabe todo y hasta lo publican en Pillados.com. Y sepa que, salvo los que están en el momento exacto de la expiración que miran hacia arriba implorando al padre celestial, los demás miran justamente a donde no deben. ¿O sí?

Pues si se hacen cargo de este problema doméstico pónganse en situación y llévenlo a los colegios públicos. Ahí sí que hay para todos. Desde los que reclaman respeto para nuestras tradiciones y nuestra cultura hasta los que piden libertad para elegir la decoración de sus clases. ¿Lo pongo o no lo pongo? Póngalo. ¿Lo quito o no lo quito? Quítelo. La administración educativa, a la que no le gusta definirse por sistema y que es víctima del dicho quijotesco de que con la Iglesia hemos topado, da lo mismo una de cal que otra de cal, pero sin mojarse, no vaya a ser que lo del infierno sea verdad, aunque Juan Pablo II ya dijo que no.

Así medio país quiere que lo pongan para que vele por nuestros pecados y evite contagios laicos y la otra mitad que desaparezca seguramente porque la resurrección crea falsas expectativas y la publicidad engañosa no está permitida. O sólo la pueden hacer las ministras y los consejeros y consejeras de turno. En fin, que hay para todos los gustos; que los quiten, como pidió la Junta de personal docente no universitario de Córdoba; que los pongan, como quería una asociación de padres por la “libertad religiosa” en centros públicos creada en el colegio público San Juan de la Cruz de Baeza (Jaén), que además de recoger firmas propuso faltar a clase para llevar en manifestación -¿o era en procesión?- a sus hijos a la catedral para que hicieran una ofrenda floral con motivo del Corpus Christi. Con la falta a clase se quería protestar por la retirada de esta actividad del Plan de Centro, además de por la orden de suprimir precisamente el cuerpo de Cristo de las aulas en las que estudian sus niños. Para integrar la actividad en el currículum los angelitos estudiarán en Ciencias Naturales las características de las especies florales ofrecidas.


El bautismo y los derechos fundamentales

Y es que religión y escuela si no son un todo son indisolubles, como la unidad de la patria. En un colegio público de Los Palacios y Villafranca (Sevilla) en el que los niños preferían mayoritariamente dar clases de Religión Católica, un padre tuvo que presentar una queja porque un niño de seis años, que era de los pocos que prefería otras alternativas, se pasaba los días preocupado y triste porque en su clase habían colgado unos murales en los que se anunciaba la dicha del bautismo en Cristo de los matriculados en la asignatura. El pobre niño nunca podría ser tan feliz, él no estaba bautizado en la gracia de aquel dios que se anunciaba por las paredes de su centro en los rostros mojados de sus amigos. ¿Y yo, papá? Durante un buen puñado de horas, días y meses cuando sus compañeros recibían la clase confesional convenida, acompañó a su tutor mientras hacía fotocopias y otras labores propias de la profesión. Era la Alternativa y un modo muy particular de entender el derecho a una educación digna. Para solventar el entuerto el padre tuvo que mover ruedas de molino para que aquello no afectara a la estabilidad emocional de su hijo. El infante, que no encontraba a su familia en los retratos, estaba siendo víctima de una forma sibilina de discriminación, como también se estaba faltando al derecho de sus padres -y de los otros- a no declarar sobre su condición o sus creencias. Pues no crean que le fue fácil al padre conseguir que aquellos murales se retirasen. Un pecador, que irá al infierno. Y comprendan que a los ojos de un niño, en su mente virgen y sólo pulida por Pokemon y Doraimon, estas cosas impactan más de lo que parece.

¿Y qué hubiera pasado si alguno de los niños inscritos en clase de Religión no hubiese recibido el sacramento? Para recibir estas clases no es requisito pertenecer o estar inscrito en la confesión católica ¿O sí?

Mientras las cruces iban o venían la Conferencia Episcopal de la Iglesia Católica ha repartido por los centros educativos un cartel en el que, con crucifijo de fondo, se anuncia: “Yo elijo”. Un profesor de Filosofía, que ve que algunas de sus horas dependen del éxito o no de la “opción religiosa” se preguntaba sobre qué hubiera pasado si otros carteles hubieran incitado a que no. Las campanas y los púlpitos se habrían llenado de improperios y de acusaciones contra los infieles. En el fondo de todo y como siempre sólo están la bolsa y la vida.

Las víctimas del sistema (educativo)

“Eso es discriminación”, espetó el alumno. El guardián del castillo, o de la mazmorra, había permitido la salida de clase a tres compañeros (hay que decir también compañeras) para que asistieran a la conferencia sobre el libro recomendado como lectura obligatoria, entre otras razones porque sólo ellos tres lo habían leído, los extraterrestres de la clase. “Eso es discriminación”, repitió agraviado y convencido. El profesor lo miró y no dijo nada. Al final del pasillo que formaban los pupitres se veía el macuto relleno con libros impecables e inútiles del discriminado. En los días que iban de curso nunca los sacó de su madriguera ni siquiera para mirarlos por equivocación. Si salió algo de aquella mochila con las caras serigrafiadas de sus héroes fue un reproductor de Mp3 de última generación y una gorra a juego para vacilar de su pasión por los Laker. En su casa tenían puestas las esperanzas en su voz, un día su mamá justificó sus faltas de asistencia por asistir al cásting de OT.

 

“Eso es discriminación”. “Seguramente lo será”, pensó el profesor cuando la Jefa de Estudios le presentó al papá del discriminado. “Encantado de conocerle, soy el tutor de su hijo”. El buen padre habló del derecho a la Educación, del derecho a no ser discriminado del angelito de su niño, de la democracia en la Educación, de... El profesor atento y servicial le recordó que de forma reiterada le había comunicado la actitud negativa de su hijo, y que le habían quedado todas, excepto Religión, y eso porque el profesor valoró en positivo que había cargado pasos durante la Semana Santa. ¿Tan niño?, preguntó el tutor. “Es tradición en la casa -confirmó Papá- como Banderas, como Trillo, como Pipi Estrada, un hombre”.


defectos de forma

La entrevista terminó como el rosario de la aurora. Sonó el timbre y el profesor se disculpó para incorporarse a clase. “No quedará así”, aseguró el interesado padre con rotundidad. Y se fue directo a la Inspección. Y en el Servicio de Inspección lo trataron con vocación de oficinistas democráticos y el buen padre salió contento y con un sello en la frente. Y fue feliz porque le dijeron a todo que sí y que sí y que sí. No hay terapia mejor para subir la autoestima que acudir a un servicio de atención al cliente o al usuario. ”Por supuesto, usted tiene la razón”. Y el señor inspector asumió los valores democráticos del padre y hasta los comprendió. Y llamó al orden al director. Y el director hizo lo propio con el profesor. Y el inspector bajó a la arena y comprobó que el tirano, el profesor, había reiterado sus quejas en la agenda escolar del alumno, y que el niño tenía un historial de amonestaciones y monsergas; pero supo también que el padre no las había firmado. Y se sintió dichoso y útil a la sociedad. Había un error de forma en la notificación: El papá democrático nunca se había dado por enterado de nada. ¡Qué falta de responsabilidad del tutor!.

El buen muchacho había suspendido diez de once asignaturas, pendientes aparte. Pero en su casa, siguiendo las instrucciones del Super Tutor, un reality show de la televisión, para que la postura de sus padres no se entendiese como un chantaje ni se resquebrajara su moral, le regalaron una Yamaha Premiun con la que berreaba a casco quitado por los alrededores del instituto. La compra de la moto tuvo su efecto positivo. El manual del GPS del artefacto incluía algunas páginas en inglés y eso le mantuvo por lo menos tres días motivado en las clases de idioma. Aprendió el significado de “On”. Pero lo bueno no dura toda la vida.

Cuenta una leyenda que se refiere con expectación en las Salas de Profesores, que antes del Proyecto Gran Simio hubo otro, el proyecto pequeño simio, que consistió en matricular un chimpancé en un instituto de enseñanza secundaria, y que evaluación tras evaluación, una repetición tras otra, más la correspondiente adaptación curricular, aquel estudiante tan mono, se graduó en Secundaria, y que si no se matriculó en bachillerato fue porque papá prefirió emplearlo en un búrguer. No crean que fue fácil que se titulara, fueron necesarias múltiples sesiones de evaluación y varias intervenciones del departamento de Orientación, además de algunas oraciones del cura, que impartía clase de Religión, por la salvación de su alma. “Si Keith Richard, guitarrista de los Rolling Stones, hace el mono en las islas Fiji en Nueva Zelanda subiéndose a los cocoteros, aunque se caiga, quiénes somos nosotros para negarle la graduación a nuestros alumnos. ¿Quién no ha visto el documental en el que un chimpancé usa una herramienta para desayunarse unas hormigas?”, recordó el profesor de Tecnología.


Biblioteca escolar

Las sesiones de evaluación se hacían en la Biblioteca escolar después de las clases. En aquella biblioteca por no haber no había ni polvo. Y las pocas novedades de sus estanterías se debían a que el Secretario del centro cambiaba de periódico según la colección que regalaba. Ahora hablaban de muchos millones para remozarlas. Si algo le gusta a un político es hablar de millones y de reformas. Entre los usuarios de la biblioteca estaban también los alumnos castigados sin recreo o que incordiaban más de la cuenta en clase. Según conocí de voz de uno de los maltratados con tal costumbre, los profesores ni se imaginan el terror psicológico que es sentarse rodeado de libros que además de pastas tenían letras, una pesadilla. Habrá cosa más triste que un libro, por no tener no tiene ni botones como la consola. “Los libros que mamá tiene en el mueblebar del salón sólo tienen pastas y están huecos, pero son más bonitos que estos”. El descubrimiento de que los libros tenían cosas en su interior había causado en el alumno tal frustración que estuvo una semana averiguando cuales eran los verdaderos, los que adornaban el salón de su casa o aquellos. Hasta pidió cita con la Orientadora y le relató la variante de maltrato que estaba sufriendo. Por un momento la orientadora creyó que algún profesor lo ponía en un rincón en cruz con un par de gruesos tomos sobre sus angelicales manos. Pero no, la cosa era todavía más grave.