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El diario de los mártires

violencia escolar y perra vida docente

Profesor deprimido y con el rabo entre las piernas

En el despacho del director la niña, la mamá, el maestro guarda accidental de la obra... y papá, el buen hombre tiene una sobredosis de teleseries en vena. “¡Contigo me las quería yo ver!”, vocifera como si todos fuesen sordos.Al triste profesor le dio tiempo a quitarse las gafas y mostrar su cara de iluso. Esa mañana se llevaría a casa, además de su vocación, una ristra de ostias y una tanda de patadas. “¿A mi niña, a mi niña la vas a tocar tú!  No tienes güevos!” Y la princesita se sintió feliz y protegida. No entendió muy bien, pero papá había ganado la batalla. Papá era su héroe, el maestro el dragón rematado y quejumbroso sobre el suelo. Fulanito de tal, provisto de su correspondiente DNI denuncia que, zetanito de cual y maestro en el Colg... ha maltratado esta mañana a su hija, a la que ha arrastrado por el patio contra su voluntad.Zetanito de cual, con DNI y número de la Seguridad Soc..., ha sido atendido en urgencia, presentando fractura del tabique nasal, hematomas en rostro y abdomen, y contusiones de carácter leve en brazos y piernas. El paciente presenta cuadro de ansiedad y alteración nerviosa pendiente de valoración. Otro mártir pendiente de llevar a los altares.

Profesor al rescate, padre al ataque

La niña, que como todos los niños que se precien es un diablo con patas, traspasó las cintas de colores que separaban el patio de la obra decidida a ser feliz, a saber qué había de nuevo en el lugar. “Una losa, dos, cemento, qué ilusión”. “Niña, que no se puede pisar”. “Este es mi colegio y voy donde me da la gana”. “Niña, que te vas a hacer daño, que este no es un sitio para jugar”. “Llama a los maestros Juan que esa niña nos va a traer problemas”.-Anda Fulgencio, te tocó. –Ha dicho la directora por imperativo legal. Le tocó rescatar un angelito que está donde no debe.-Venga, sal y vete con tus amigas. -¡Mis amigas son unas pavas! –dijo ella refunfuñando. ¡Y a mí me deja so pesado, me tiene manía! ¡Qué hartura de maestro.-¡Eh... no pises ahí, que está fresco!-Venga, venga, acompáñame”. –El  maestro guardia jurado invitó a la aprendiza  de albañila a abandonar la obra. -Quita, que yo tengo de Reyes el play constructor y sé lo que me hago. Que me deje, so pesado.  El guardia de la obra pone una sonrisa y toma de la mano a la pupila. La mamá, abnegada persiste en sus labores. En el reparto de tareas le tocó ser mujer y tiende en el cordel los calzoncillos recién centrifugados de papá. Su hombre, el rey de  la creación. “Mi niña por dios, qué le está haciendo ese maestro a mi niña”. Del cuarto D a la tierra llega en un pis pas. “Que lo cojas coño, que lo cojas coño, o es que no te enteras”. En el terminal de su esposo suena la voz corralera de Belén Esteban como timbre. “¿Me oyes?, que te vengas, que un maestro... que lo he visto yo, ha arrastrado a la niña por todo el patio. ¡Que mala sangre hay que tener!”Y papá presto y servicial, se trata al fin y al cabo de la educción de su niña, deja la caña y el pincho a medias sobre la barra del bar y pone la sirena y se mueve a toda pastilla por la ciudad. Un semáforo, otro... Una urgencia es una urgencia. “Lo que digas mi amor. ¿A mi niña, a mi niña? ¿Dónde está el mal-nacido que ha maltratado a la niña de mis ojos? ¿Y aquí quién es el director?”

De vocación vigilante de recreos y de playas

 

Don Fungencio Arias Navaro es maestro de vocación. Sí, Arias Navarro, como aquel prócer de la política española que se hizo famoso por el “Franco ha muerto”. ¡Qué güay quedaría de reclamo en los móviles de la España real! Sería un éxito entre los nostálgicos. Sí, aquél de las gafas, casi todos los maestros las tienen, debe de ser porque los libros afectan a la salud, está comprobado. Ese que se está comiendo el bocata a pie de patio. ¿Lo ves? Bocadillo de chorizo y papel albal, que se decía antes del aluminio. Sí, el único que ha tirado la bolita del papel plateado a la papelera y no se ha puesto a jugar con ella. Está claro, si tiene hasta pinta de maestro. A los maestros y a las maestras se les conoce, es como si lo llevaran tatuado en la frente. No son tatuajes, son tatoos, que eres muy antiguo. Es un tío triste. Lo habrá dejado su mujer. ¿O los maestros no tienen mujer?  Si tiene mujer será otra maestra. Dios los cría. Y en casa hablarán de cosas de maestros y maestras. Y pondrán verde a los niños. Y a las niñas las pondrán que no habrá por donde cogerlas. Pues ya ves. Ahí lo tienes, desayunando a la intemperie. No parece ni que sienta ni padezca. Cada vez tiene más pinta de guarda jurado. Le falta el uniforme y un parche amarillo en el brazo un poco antes del hombro. Un recreo sí y otro no guarda el patio casi como si fuera suyo. Vigila vigilante que los patios de recreo son tuyos, hubiera cantado en estos tiempos El Fari. ¿En qué pensarán los maestros y las maestras mientras hacen guardia en el patio?  Ellas también hacen guardia, no se quitan ni la bata, ni el babi siquiera, es como el elemento diferenciador. Se meten las manos en los bolsillos y a mirar que te crió. ¿Qué tendrán las maestras en esos bolsillos? Me muero por saberlo. Llaves, seguro que son llaves, las maestras siempre tienen muchas.

La clase de 1º X

Modelo no es lo mismo que modélica. Modelo no es cualquiera; ahora está de moda superar una ecuación sobre la masa corporal, en la que la incógnita es una persona enferma, para saber quienes pueden serlo. Será para evitar que los huesos desvíen la atención del personal.

La clase de 1º X no era una cosa excepcional, una de tantas, muy normal, casi modelo, que no modélica. Son niños en algo más de un cincuenta por ciento y niñas unas cuantas menos. A estas edades todavía no hay cambios de sexo pero todo se andará, es cuestión de meter una disposición adicional donde haga falta. Tampoco nadie ha manifestado que quiera cambiar de acera. Y además esas cosas pertenecen a la intimidad y no se pueden preguntar en las fichas personales y encuestas de reconocimiento inicial. La religión tampoco. El número de la VISA sólo en algunos sitios: en los privados siempre; en los concertados con reservas. En los públicos la cosa es gratis total, aunque no tanto como aquellos viajes de la ministra. ¿Gratis? Es un decir. En los públicos y los concertados pagamos todos, hasta los que no vamos. Es decir, todos los que no podemos defraudar.

Desorden de lista

Los alumnos se han sentado por orden de lista tal y como ha dicho el Jefe de Estudios en la presentación del curso en el salón de actos. Todos salvo los más listos, usted ya me entiende. Estos listos se han sentado al final para poder dominar el universo de la clase. Es un modo de ir marcando el espacio, como los perros de mis vecinos con los árboles y las farolas. Unos sacan sus animalitos a hacer sus guarrerías a la calle y otros llevan al colegio a sus hijos más perros soñando que un pobre profesor los entretenga y se joda. “Va en el sueldo”. Y así será.

Los padres de M.M.M. creen que la enseñanza sirve para algo y han acompañado a su niño hasta la puerta del aula, o de la “jaula”, como algún espabilado ha rectificado sobre en el rótulo. Los padres de M.M.M. se han presentado al profesor. Parecían los fantasmas de los padres perfectos. “Confiamos en usted”, han dicho con voz alta y clara. El profesor los ha mirado como si fuesen extraterrestres. “¿De dónde habrán salido?”, se pregunta admirado. M. es un niño callado que habla a sus profesores de usted y que a las primeras palabras ya ha sacado sus libretas y sus libros y los dispone sobre la mesa, con un orden de niño que espera ser feliz y aprender en el intento. M. lee con una cadencia hermosa haciendo las pausas donde debe y respirando con precisión. M. tiene una mochila con la marca Repsol YPF reluciente en la solapa. Sus compañeros, los listos, ya han dicho de él que debe ser marica porque sabe hasta leer. Y después están la voz y el orden. Ninguno de sus compis de aventura escolar sabe siquiera dónde está Bolivia, dónde las calles que hasta casi ayer eran su casa y su hogar.

El profesor observa que el pasillo se ha llenado de mochilas que hacen casi imposible el paso. El día empieza con dos retrasos. Pedrito Raúl, el Bechkan , que se ha lesionado y que lleva un yeso en su pierna izquierda, su arma más potente en los campos de juego. Pedrito se labra su futuro en los campos de entrenamiento del equipo local. Su padre busca representante para incorporarlo al mundo real. Ya lo tiene casi apalabrado. Ya sueña con la ficha multimillonaria. “¿Y esto de la escuela para qué es? ¿Ha visto alguna vez a un maestro hacerse rico?”, recordó con razón en una reunión de padres. Pedrito ha tenido que subir los dos pisos a la pata coja valiéndose de la muleta y jugándose la vida en cada escalón. En el centro no hay ascensor. Y menos mal que viene con muletas que si llega a venir en silla de ruedas... En este centro y en muchos la eliminación de barreras es pura teoría. En casos así el Jefe de Estudios termina apañando un cambio de clase y se acabó.

Retrasos y mochilas

El otro retraso es de Maripili, que es la niña con la mayor mochila de la clase. ¿Qué llevará en ese bulto que está a punto de romper su columna vertebral? Maripili anda con decisión, con el cuerpo ligeramente encorvado, lo justo para que la mochila no la tire de espaldas. Todos la miran y se muestran comprensivos. Se sienta, no sin hacer más de una maniobra para hacerse un hueco entre la mochila y la pared, y saca un estuche con lápices de todos los colores y formas. Al rato de bucear en los fondos marinos de la mochila levanta la mano y advierte que ha olvidado el libro de Lengua. “No se preocupe, hoy no le hará falta”, le replica el profesor, que hace una pausa en su repaso de los puentes que vienen. “Gracias a dios”, se dice para sí Maripili que respira aliviada. Lo siguiente hubiera sido alertar a mamá vía móvil para que se lo trajese de casa. Mamá diariamente le acerca también dónuts recién hechos a la hora del recreo. Mamá es un sol.

En 1º X está un primo de uno de los niños payasos de Juan Ymedio. Juan, polifacético presentador de televisión, hace un programa en Canal Sur Andalucía, en el que los niños demuestran lo graciosos y espontáneos que pueden ser cuando todo está preparado. El primo lo anunció al mundo en cuanto puso el trasero sobre el suelo firme de su pupitre:”¡Qué gracia tiene mi primo! Mi primo toca el tambor y yo soy su representante en esta tierra”. Ha prometido que traerá fotografías del susodicho dedicadas para sus fans, seguidoras y resto del personal.

Desirée, que ha asegurado que su nombre se escribe así porque se lo ha dicho su mamá (y si la madre lo dice...), le ha preguntado por cuánto cobra su primo en televisión. “Eso es confidencial”, asevera con rintintín. “Ni tú eres su primo ni ná”, le ha replicado. Desi de mayor quiere ser esteticista.

El profesor ha empezado a hablar con garbo de caballero de la legión española: “Hoy empieza un día importantísimo en vuestras vidas, un día que no olvidaréis nunca...”

-Maestro, aquel niño me ha tirado algo. –Refunfuña una de las niñas con una bolita de papel pegada en el cristal de sus gafas.. La clase acaba de empezar.

En fin, ya sabe, si conoce o ha vivido alguna experiencia singular en el mundo de la enseñanza, y quiere verlas reflejadas en esta columna, se agradecerán en manbernal@eresmas.com


Vuelta al dulce hogar

Una de las acepciones de hogar tiene que ver con el fuego y ya saben que un sistema sin profesores quemados es como un verano sin sus montes ardiendo. Y eso es raro. Hoy por ti mañana por mí, si el bosque no arde se acaba el negocio, el primero el de las administraciones y su conexión europea. En septiembre los niños y las niñas de la educación no sexista ya vienen quemados con modelito vuelta y vuelta. Los profesores han retomado fuerzas después de unas ¿merecidas? (hay opiniones para todo) vacaciones; y los padres, después de tener presente a la imagen de su niño durante veinticuatro horas al día, reconocen en los pobres maestros a sus héroes de las películas de serie B y bajo coste. Pero todo tiene sus ventajas, tanto sufrimiento paternal veraniego hace que los mártires por vía hereditaria, protesten menos y no se enfrasquen en la defensa de las bondades, las aptitudes y las capacidades de sus restos de ADN. La mayoría llega a la puerta del colegio con la sencilla y noble esperanza de que sus vástagos sean recogidos a ritmo de libros en oferta y porculocoles. Con cosas más simples se conforma la gente. Siete suspensos“Vendo libros en buen estado, casi sin usar, garantizado”. Una princesa vestida de rosa palo llora desconsolada a los pies del cartel esperando la bondad de alguno de los santos que le permitieron vivir durante un año en la gloria. Las notas no, lo de las notas es un infierno, un purgatorio incluso para ella que siempre estuvo en el limbo. A la princesa le han quedado siete con una nota media de dos. En fin, que en situaciones normales se diría que ha estado casi a punto de aprobar. Pero no hubo suerte, si esto fuera como el carnet por puntos... No es el caso. Una injusticia terrible. Un sistema diabólico. Los profesores y las profesoras que carecen de sensibilidad. Einstein también fue un inadaptado, por contra Hitler lo aprobaba todo siempre de un tirón. Y ya saben lo que pasó. Beckham y señora no son capaces de leer un libro entero ni entre los dos y sin embargo le publican superventas. Bush apenas sacó un curso sin novedad y ya ven, de jefe mundial. Esas son las esperanzas. No todo el mundo puede ser perfecto. Si todos estuviesen cortados con la misma tijera, con idéntico patrón, si nadie suspendiese, si los cerebritos y los niños bien educados fueran la normalidad, de qué iban a vivir los psicólogos y los pedagogos. ¿Y las academias? ¿Cuánto empleo directo e indirecto se perdería? Aunque sea en gran parte economía sumergida España, Cataluña tampoco, no puede permitírselo. Bastante tiene ya el ministro Caldera con la flota de Cayucos para que se le desborden las cifras del paro. Si todos fuéramos perfectos entonces sí que habría fracasado el sistema. ¿Qué sería de la biodiversidad? ¿En qué se sostendría la teoría de la selección de la especie? Perdón, que eso es pecado y desvaríos de agnósticos y ateos.  Y además, si la princesita de nuestro cuento llora es porque sus padres en un arrebato final de ofuscación la han amenazado con internarla de lunes a viernes en un colegio en el que no se ven ni siquiera las telenovelas de La Primera. ¿No será eso intimidación? ¿O será coacción psicológica?  Recuperar en septiembreY es que recuperar en septiembre no es tarea fácil. Los rayos solares, el protector con olor a coco, los buenos baños de arena en la playa, coger la pose perfecta en la hamaca son necesarios pero no suficiente para el despertar, y en algunos casos para la resurrección, de las neuronas. No ha bastado con llevar a diario los apuntes a la playa. Si con eso sobrase la princesita habría aprobado. Ella fue la primera en la tumbona y en las sesiones de pilates de lazarilla con mamá y sus amigas. Pero las buenas obras no cuentan. Las oraciones, los rezos y las encomiendas a San Judas Tadeo, abogado de los imposibles tampoco. En el examen de Filosofía su pupitre parecía el altarito de Jesulín antes de una corrida con picadores. Las corridas con picadoras son historia por la gracia y el amor a la Campa, esa musa que dio su prestigio por una paguita para mamá. Por eso seguro que ha suspendido, estos filósofos modernos son todos unos incrédulos. No creen ni en los milagros, dudan hasta de Eduardo Punset como director del colegio que van a montar en La Primera de TVE. ¿Privado? ¿Público?Eduardo será un buen director. Da para poner más de un mote y eso la Comisión que los nombra lo valora sobrado. Un buen mote se valora más que nada. Y quien da para varios es el amo del cortijo. Lo de don Eduardo promete. Malos tratos-Que no papá, que no es lo que piensas, que yo... El pupilo, que ni siquiera promociona por imperativo legal, cubre el paseíllo que va de la clase en la que ha recogido las notas a la puerta del instituto a base de cocotazos. Uno tras otro. De aquí a la Fiscalía de Menores. Si esto no son malos tratos que venga la ministra y los vea. Malos tratos del padre, debe entenderse. Un verano salpimentado con clases particulares para después dejarlo en evidencia ante la profesora.Un cero equivale a No Presentado, le dijo la señorita Charo. Pero si mi niño salió de casa, respondió contundente el padre. Y llegó hasta aquí gracias al GPS de última generación de su móvil, siguió diciendo la abnegada docente. Se sentó en ese banco escuchando su mp3 y cazando bichos. Le juro que si esta hubiera sido la convocatoria extraordinaria de Ciencias Naturales igual hubiera aprobado; pero ya ve, era de matemáticas... Pero no me aseguraste... –inquirió el padre. Sí papá, pero es que... La vida de estudiante es muy dura. El síndrome papá, ha sido el síndrome postvacacional. ¿O no ves que se me nota hasta en las chanclas y en el pantalón pirata? La falta de costumbre, que no estaba inspirado, que yo sin concentración no puedo...  Entiéndelo, lo he hecho por ti, por ayudar en la economía de la casa, así los libros del año pasado me sirven. Nada de colas, nada de quebraderos de cabeza, nada de apretarse el cinturón.  Solidaridad familiar que se llama. Y además, ahora que el baloncesto será casi asignatura obligatoria seguro que cambia mi sino. Ya hasta tengo un autógrafo del hermano de Gasol. Todo es empezar.

La envidia nacional

A la mayoría nos gustaría tener el trabajo del cura y las vacaciones del maestro. A todos menos al bueno de Germán que seguramente, con su inteligencia innata y a prueba de LOGSE, LOE, LEA, LUA y lo que sea, preferiría ser diputado, o senador, o parlamentario autonómico, entre otras razones porque sus señorías, aunque pasan desapercibidos y no se da cuenta nadie ni cuando están ni cuando no (y no sé si eso es grave), son un poco la encarnación de todos ellos. Y siendo como son sus señorías los que se lo guisan y se lo comen, que pensaron al legislar sobre el tema que ellos también tenían derecho a la envidia y a la felicidad sin ser ni curas ni maestros. Por eso se procuraron trabajar como los unos y tomarse las vacaciones de los otros, que para eso piensan por todos y tal ejercicio digno y democrático cansa mucho, incluso cuando se realiza con aire acondicionado, que eso es un riesgo, que la legionela siempre está al acecho y en un momento dado salta la alarma en la torre de refrigeración. Un riesgo que no soportan los maestros, que se han acostumbrado a mantener las neuronas en funcionamiento por encima de los cuarenta –grados-. Y fue así como los legisladores cuadraron el círculo del paraíso: cobrar más que los dos juntos, vivir ajenos al IPC y tener las vacaciones del maestro. Un modo de cuadrar el círculo que ya hubiera querido para sí Leonardo da Vinci.

Cuando al maestro o el profesor le llega al momento exacto en que despierta la envidia nacional ya ha superado el trauma que lo acompañó durante el curso y comprobado con desazón lo que ya Fernando Savater dibujó en el prólogo del “Panfleto antipedagógico” de Ricardo Moreno Castillo: “Cada vez que un grupo de mocosos bárbaros apalean a un indigente mientras lo filman con el móvil o acosan a un compañero hasta el suicidio, resulta que sus padres no sabían nada de la conducta de sus hijos, ni adónde iban o en qué gastaban su dinero, ni qué compañías frecuentaban..., ¡lo único de lo que estaban seguros es de que eran unos chicos o chicas de lo más majos! Con quererles mucho y defenderles frente a maestros y jueces, ya creen haber cumplido su tarea los progenitores A y B.”

Y ya sabemos quién tiene la culpa: El protagonista de la envidia nacional que los evalúa, a ser posible en positivo que es lo políticamente correcto, para que las estadísticas den cuenta de nuestra hermosa realidad. Y es que nunca se gastó tanto en educación y nunca fueron los resultados tan decepcionantes. Quizá porque los padres tienen su miga. En una entrega de notas la abnegada madre de un alumno con diez suspensos increpó dulcemente al tutor que “a su niño no lo habían motivado”. “Los huevos”, podría haber dicho el profesor al que se le quedó cara de tres días. El niñito llevaba “sin motivación” también los cursos anteriores: las tenía pendientes todas. Mamá sí que lo motivaba.

Con la evaluación el profesor también suspende o aprueba. Cuando un maestro no aprueba a nadie parece evidente que algo falló, aunque fuese la “adaptación” de los contenidos por debajo de cero. Servidor conoce a un profesor de Ciencias Naturales que si aprueba a un alumno es porque se equivocó sumando la valoración de sus preguntas. ¿Suspende el alumno o el profesor? Los mismos alumnos con otro habrían mejorado en las estadísticas, pero eso tampoco soluciona nada.

En nuestros empedernidos docentes lo que no termina de cuajar nunca es la evaluación continua que nos legó Villar Palasí, ministro de Franco. Casi cuarenta años después, y como en casa del herrero cuchillo de palo, este concepto debe tener unas implicaciones filosóficas tan grandes, precisa de cálculos tan rotundos como complejos, y responde a una estructura gramatical tan complicada, que no hay dios que sepa en qué consiste. En eso los evaluadores “Necesitan Mejorar”. La mayoría cree que lo de evaluar continuamente puede estar bien para Música pero nunca para Matemáticas; para Inglés pero nunca será posible en Lengua, seguramente porque el inglés no es una lengua sino un idioma. Aunque en Francés uno ha escuchado que un alumno suspende por aprobar la 3ª pero tener pendiente la 1ª y la 2ª. Esto desde que Francia puso en evidencia a los niños de Luis Aragonés lo entiende todo el mundo.

En este mar de lágrimas la tabla de salvación son las vacaciones que están detrás de la montaña de papeles que le espera cuando el curso se va acabando. A más suspensos más papeles. ¿La administración premia a quien pasa la mano? Convertido el suspenso en tarea burocrática el alumno con más cates puede presentarse en su casa con un carro lleno de papeles que seguramente no leerá casi nadie pero en los que se le recordarán los objetivos, los contenidos, la metodología y la evaluación de lo que nunca entendió. Un profesor entregó como recomendación del verano el examen que pondría. Sólo lo aprobó uno. Sin comentarios.

A lo mejor julio y agosto son el premio por seguir creyendo en el dogma de que la educación nos hará libres pero no millonarios. Aunque también los hay que piensan que es mejor que nos deje como estamos, entre otras razones porque saben que si no ganan los euros que Beckham ni se llaman María José Campanario tampoco eso sirve de mucho.

Lo cierto es que vacaciones aparte en el gremio abundan las víctimas del síndrome del profesor quemado que darían su vida por trabajar de albañiles. El albañil tiene claro su estatus y se sabe sus derechos. Y nadie es más feliz que un albañil en su tajo recitando piropos a las mozas y mozos del lugar que hacen el paseíllo por su territorio. El albañil marca su zona con andamios y sacos de cemento y es el ser más feliz del mundo. “A ti sí que te ponía yo un ladrillo entre pierna y pierna”. “Contigo hasta me sobra el butanero”. El albañil es la creatividad en estado puro y sus piropos son aplicaciones prácticas de la metáfora, la elipsis... Y si se equivoca nunca es por su culpa, lo dijo la señora o el señor. Tampoco tiene problemas de conciencia ni de evaluación ni vive con los del informe PISA acechándole. Su problema son las vacaciones. Lo dicho: el que vale vale y el que no a estudiar.

Las cruces, el opio y lo que de verdad importa

El fin de curso ha estado marcado por las cruces. Y no hablamos de las que han de poner los profesores en los informes personales de sus alumnos. Los profesores del siglo XXI se esconden detrás de las montañas de papel con las que la Administración hace aparentar que funciona. Y vivir entre papeles no es fácil. Pero hacer un buen papel de mártir tiene hasta su recompensa: Te dan por saco, por no ser más ordinario, y gozas de una forma sublime de felicidad, la propia de los místicos, de los soñadores, de los creyentes.

 

Pero claro que a veces en educación, que siempre es un cruce de caminos, lo importante son otras encrucijadas, otras cruces. Y es que vivir no siempre es tan fácil como cuentan los anuncios de tampones.

Imagínese usted en su casita, esa que tiene a disposición del euromibor y póngase en situación. La católicos, que somos la inmensa mayoría en este bendito país, tenemos problemas que no los tiene nadie. Hasta los príncipes presentan a su niña Leonor a las vírgenes de toda la vida. Y es que en un país como el nuestro es muy difícil diferenciar dónde empieza lo civil y dónde el más allá. Y además, siempre hay una suegra que te regala un crucifijo para que lo pongas en la cabecera de la cama. Esos crucifijos que deben velar por nuestros pecados son como espías a sueldo o como cámaras de seguridad. Con este panorama: ¿Se pone o no un crucifijo sobre la cabecera de su cama para que el Señor, el muchacho de la cruz, tome nota de todo lo que pasa sobre su catre nupcial? Cuidado que después se sabe todo y hasta lo publican en Pillados.com. Y sepa que, salvo los que están en el momento exacto de la expiración que miran hacia arriba implorando al padre celestial, los demás miran justamente a donde no deben. ¿O sí?

Pues si se hacen cargo de este problema doméstico pónganse en situación y llévenlo a los colegios públicos. Ahí sí que hay para todos. Desde los que reclaman respeto para nuestras tradiciones y nuestra cultura hasta los que piden libertad para elegir la decoración de sus clases. ¿Lo pongo o no lo pongo? Póngalo. ¿Lo quito o no lo quito? Quítelo. La administración educativa, a la que no le gusta definirse por sistema y que es víctima del dicho quijotesco de que con la Iglesia hemos topado, da lo mismo una de cal que otra de cal, pero sin mojarse, no vaya a ser que lo del infierno sea verdad, aunque Juan Pablo II ya dijo que no.

Así medio país quiere que lo pongan para que vele por nuestros pecados y evite contagios laicos y la otra mitad que desaparezca seguramente porque la resurrección crea falsas expectativas y la publicidad engañosa no está permitida. O sólo la pueden hacer las ministras y los consejeros y consejeras de turno. En fin, que hay para todos los gustos; que los quiten, como pidió la Junta de personal docente no universitario de Córdoba; que los pongan, como quería una asociación de padres por la “libertad religiosa” en centros públicos creada en el colegio público San Juan de la Cruz de Baeza (Jaén), que además de recoger firmas propuso faltar a clase para llevar en manifestación -¿o era en procesión?- a sus hijos a la catedral para que hicieran una ofrenda floral con motivo del Corpus Christi. Con la falta a clase se quería protestar por la retirada de esta actividad del Plan de Centro, además de por la orden de suprimir precisamente el cuerpo de Cristo de las aulas en las que estudian sus niños. Para integrar la actividad en el currículum los angelitos estudiarán en Ciencias Naturales las características de las especies florales ofrecidas.


El bautismo y los derechos fundamentales

Y es que religión y escuela si no son un todo son indisolubles, como la unidad de la patria. En un colegio público de Los Palacios y Villafranca (Sevilla) en el que los niños preferían mayoritariamente dar clases de Religión Católica, un padre tuvo que presentar una queja porque un niño de seis años, que era de los pocos que prefería otras alternativas, se pasaba los días preocupado y triste porque en su clase habían colgado unos murales en los que se anunciaba la dicha del bautismo en Cristo de los matriculados en la asignatura. El pobre niño nunca podría ser tan feliz, él no estaba bautizado en la gracia de aquel dios que se anunciaba por las paredes de su centro en los rostros mojados de sus amigos. ¿Y yo, papá? Durante un buen puñado de horas, días y meses cuando sus compañeros recibían la clase confesional convenida, acompañó a su tutor mientras hacía fotocopias y otras labores propias de la profesión. Era la Alternativa y un modo muy particular de entender el derecho a una educación digna. Para solventar el entuerto el padre tuvo que mover ruedas de molino para que aquello no afectara a la estabilidad emocional de su hijo. El infante, que no encontraba a su familia en los retratos, estaba siendo víctima de una forma sibilina de discriminación, como también se estaba faltando al derecho de sus padres -y de los otros- a no declarar sobre su condición o sus creencias. Pues no crean que le fue fácil al padre conseguir que aquellos murales se retirasen. Un pecador, que irá al infierno. Y comprendan que a los ojos de un niño, en su mente virgen y sólo pulida por Pokemon y Doraimon, estas cosas impactan más de lo que parece.

¿Y qué hubiera pasado si alguno de los niños inscritos en clase de Religión no hubiese recibido el sacramento? Para recibir estas clases no es requisito pertenecer o estar inscrito en la confesión católica ¿O sí?

Mientras las cruces iban o venían la Conferencia Episcopal de la Iglesia Católica ha repartido por los centros educativos un cartel en el que, con crucifijo de fondo, se anuncia: “Yo elijo”. Un profesor de Filosofía, que ve que algunas de sus horas dependen del éxito o no de la “opción religiosa” se preguntaba sobre qué hubiera pasado si otros carteles hubieran incitado a que no. Las campanas y los púlpitos se habrían llenado de improperios y de acusaciones contra los infieles. En el fondo de todo y como siempre sólo están la bolsa y la vida.

La desventura de enseñar

El timbre del recreo irrumpió de golpe sobre los techos desconchados de los pasillos, pendientes siempre de la dotación correspondiente para pintura. En los veinte años que tenía el centro sólo habían conocido una mano, la primera. Un estruendo como de marabunta lo inundó todo. Las papeleras y los contenedores de los pasillos se llenaron con envoltorios de Bollicaos, sobaos y con el papel de aluminio de centenares de bocatas a medio comer. Efectos de la dieta mediterránea. Algunas abnegadas madres esperaban en la valla para entregarle a su niño el desayuno con pan calentito y reciente. Coincidía muchas veces que los más perros, los peores estudiantes y los de menos educación, tenían esas prebendas, como las mejores motos y los botines más guays.

Un guardia de seguridad se apoyaba sobre una de las porterías de las pistas de deporte. A los alumnos les llaman la atención las esposas relucientes y algunos hacen bromas sobre la porra. En las rejas una pareja se arrulla y con disimulo pela una pava de adolescentes con prisas de comerse el mundo. Metros más allá, en la puerta del instituto, como acatando una orden de alejamiento, media docena de profesores y profesoras descansan y encienden cigarros prohibidos rejas adentro. Por los patios y pasillos una cuadrilla de docentes se hace cargo y se distribuye para la guardia. Por ley tendrían que vigilar sólo a los niños del primer ciclo de segundaria, pero pocas veces se hacen distinciones. No tardan en reprender a unos niños enfrascados en una bronca sin más trascendencia. Están con la mosca detrás de la oreja desde que hace unos días se colaron en el patio tres niñatos con poco más de 13 años armados con bates de béisbol para ajustar unas cuentas pendientes.


Trapicheo en las vallas

Un coche de patrulla de la policía municipal aparca en las cercanías. Un par de interesados se hace el longui y abandonan su lugar estratégico en la valla. El Ministerio del Interior ha publicado hasta la saciedad un nuevo plan de vigilancia en los alrededores de los institutos. El día que empezó todo, el día de las fotos y las noticias, no hubo nadie trapicheado en las vallas traseras, hasta los intercambios en los servicios se hicieron con algo más de disimulo. Desde la radical prohibición de fumar, se dice que las pastillas y las rayas han tomado posiciones de partida en los retretes.

La clase intenta irse asentando y los alumnos remolones van llegando en cuenta gota. El profesor llama la atención a los que se incorporan con estruendo y portazo. El último se marca un golpe de kárate y cierra la puerta en seco entre aplausos. -Usted, salga de clase y vuelva a entrar. Pida permiso y no dé patadas a la puerta. –No me sale la polla. Váyase usted señor González –refiere con sorna el insurrecto. –O entra correctamente en clase o tendrá que abandonarla. -Olvídeme y no me toque los huevos, que a mi no me manda ni mi padre.

El profesor agarró al alumno del brazo y lo obligó a salir. El chico le hizo frente y hasta llegó a golpearlo en el pecho. La causa terminaría en los tribunales. Los papás no tenían para comprarle al varón el libro de lectura obligatoria –6 euros- pero sí podían hacer frente a la minuta del bufete de abogados. Por esta vez el juez en primera instancia estimó que no hubo “extralimitación alguna en la actuación del profesor” y que “la ley posibilita que se ejecute la orden (de un profesor) por la fuerza, empleando para ello la indispensable”. Al profesor hasta se le vio sonreír. En la puerta de los juzgados el Sindicado Independiente de Empleados Públicos, que ejerció la acusación particular, criticó que la Consejería de Educación ni siquiera se hubiera presentado como acusación pública en el procedimiento. Promete otra cosa pero siempre se le echa en falta cuando más se la necesita. No debe ser lo correcto políticamente.


Condones sin caducar

En Jefatura de Estudios un revuelo rompió el silencio monótono del pasillo. Un buen padre hartamente preocupado por la educación de su hijo, con todas las de la ley, voz en grito, argumentaba y refregaba a quien quisiera oírle que pagaba impuestos como el que más y que por esas, podía, como hace, montar su numerito. “Mi niño –se escuchaba-; si mi Jonatan la trae es para defensa personal. Bien sabe que no la tiene que usar. Ahora, si él es agredido... ¿O qué, o se va a quedar como un pasmarote?” Al santo de su hijo los profesores de guardia en el recreo el día antes le habían requisado una navajilla plateada, afilada y reluciente, mientras se regodeaba con ella en el patio.

La profesora que llegaba entendió de inmediato que no estaba el horno para bollos y decidió irse con sus problemas de tutoría a otra parte. El Orientador estaba allí con sus orejas hermosas dispuestas a escucharlo todo o casi todo, lo mismo una falta de regla que unos abusos deshonestos. De todas formas algo tenía que ver en el asunto. Llamó a la puerta y pidió permiso para entrar. El Orientador leía las bases del penúltimo plan de lucha contra la violencia en las aulas. El profesor le puso sobre la mesa la nota que poco antes había interceptado cuando se la pasaban dos de sus educandos mientras ella intentaba explicar como resolver una ecuación con una incognita. “Si Kieres kdamo sta tard y follamos, no valla a se que kaduken los condones que nos a dao el orientao”. Falta más o menos la notita decía más o menos eso. Cuando la profesora la confiscó y la leyó se le subieron los colores como si de pronto fuese primavera. Todo lo contrario que su autora, que resueltas en dudas, como dijera Miguel Hernández, apeló a su derecho a la intimidad, mientras la miraba con descaro y hasta con complicidad. -Venga, enróllate, que tampoco hemos hecho nada –fue lo único que dijo.

El orientador la leyó, se subió las gafas, y no dijo gran cosa: ¿Viste si caducaban pronto?

El timbre de salida rompió el encantamiento. Mañana sería otro día. En la puerta el mismo papá que pagaba sus impuestos esperaba a su niñito luciendo coche nuevo y reluciente con el motor en marcha, como la LOE.